Que los compre quien no los conozca
Por Margarito Escudero
El caso Duarte destapó una cloaca que todos
sabíamos que ahí estaba, cubierta por la impunidad que generan los políticos
encaramados en el poder actual.
Ahora, como cucarachas fumigadas comienzan a
salir de sus escondites, para asegurar a la opinión pública que nada tienen que
ver con el ahora abandonado, defenestrado y odiado ex gobernador Javier Duarte.
Triste es ver la calidad humana, sobre todo de
aquellos juraron formalmente cumplir y hacer cumplir las leyes mexicanas y
someterse a la demanda de la nación si así no lo hicieran.
Le apostaron al olvido, a la impunidad y a la
pudrición del aparato político mexicano, su objetivo no fue servir, sino
servirse y, en todo caso, prefirieron guardar cómplice silencio mientras
atestiguaban latrocinios, robos, engaños, abusos, violaciones a la ley; es
decir, evadieron su responsabilidad como ciudadanos y como funcionarios y
simplemente dejaron hacer.
Prefirieron hacerse los occisos, de alguna
manera en ese flujo de corrupción, fueron salpicados; así que ahora no tienen
forma de justificar nada, son tan culpables como el ahora detenido en Guatemala
y deberían rendir cuentas a la justicia y a los ciudadanos veracruzanos.
“Deberían”. Porque en ese entramado que los
políticos han construido a través de tantos años de corrupción, siempre tienen
una salida, un amigo, un funcionario que les deba algún favor. Siempre
encuentran el “recoveco en la ley” que una vez mencionó Vicente Fox.
Pero también son susceptibles de ser
alcanzados por la desesperación y, al verse en la tablita, comienzan a salpicar
caca por todos lados para embarrar a cuanta persona se deje y a cuantos agarren
desprevenidos.
Peor aún, muchos no dudan en dejar al grupo
que los cobijó durante toda su trayectoria de corrupción en un desesperado
“¡Sálvese quien pueda!” y brincan a los grupos que están creciendo o se prestan
al juego oficial para salvar el pellejo o cualquier cosa que les permita seguir
succionando de las ubres del erario.
Los mexicanos de a pie estamos atestiguando
una debacle del sistema político mexicano y lo más absurdo que nos pueda
suceder, es que permitamos que sean los mismos de siempre quienes se ostenten
como los salvadores, como los creadores de un nuevo sistema, y sean los mismos
que permanezcan en los cargos públicos.
Porque, si son los mismos de siempre, lo más
seguro es que hagan lo mismo que han aprendido a hacer durante toda su vida.
Claro que también le apuestan a la dejadez del
pueblo mexicano, al valemadrismo impulsado desde las esferas de poder para
mantener a la gente calmada, que no salten para estropear sus planes de
enriquecimiento desmedido, de traición a la Patria, de entreguismo
internacional.
Se trata de un binomio que permitió a la clase
política encumbrarse, apoderarse del país y actuar en función de sus intereses
personales y de grupo, dejando de lado el interés colectivo y el beneficio de
todos los ciudadanos.
Es decir, para que los
políticos pudieran hacer y deshacer a su antojo, era condición obligada
mantener a la mayoría de la población ajena al quehacer político, entretenida
en asuntos sin valor real, como el futbol y las telenovelas, como hinchar el
orgullo nacional en cosas baladíes, como los quince años de Rubí que ocuparon
sendos espacios en los medios de cobertura nacional.
Triste pues la realidad mexicana.
Sin embargo, ahora que el hartazgo cubre todo
el territorio nacional, que el desastre ya alcanzó todos los niveles de la
sociedad mexicana, entonces salen a echar culpa a otros y buscan la redención
jurando que serán mejores.
¡Qué los compre quien no los conozca!
mexmel@gmail.com