Dolor, abandono y desconfianza
Justo en el mes de la Patria se pone a prueba
la calidad de los ciudadanos mexicanos. Y no queda ninguna duda de que somos un
pueblo solidario en los momentos en que se necesita.
Dos huracanes azotaron tierras veracruzanas
dejando destrucción a su paso por el norte de la entidad, un terremoto dejó desolación
y tristeza en Oaxaca, Chiapas y Veracruz, aunque los medios no les den
importancia a las familias afectadas en Minatitlán y Coatzacoalcos.
Antes de que el auxilio oficial llegara a las
zonas afectadas, la gente, el pueblo ya se encontraba ayudando en la medida de
sus posibilidades.
El tiempo pasa y los efectos de la tragedia se
acentúan, la desesperación cunde y se muestra una vez más que las autoridades
no están preparadas para atender un conflicto de esta naturaleza.
El tiempo pasa y las autoridades no alcanzan a
entender que los números nada tienen que ver cuando hay personas lastimadas,
niños que se quedaron solos, ancianos y discapacitados que requieren del apoyo
inmediato. Si el señor autoridad sale a informar que se han entregado un
determinado número de lo que sea, despensas, blocks, colchonetas, no estará
cumpliendo con su deber si hay una sola familia que no haya recibido ayuda.
En esta maldita tragedia, el pueblo se da
cuenta que no necesita del gobierno para salvarse, que los funcionarios llegan
a sacar raja del dolor de la gente para aparecer como los salvadores, cuando lo
único que logran en sembrar divisionismo y desconfianza.
Cada vez más los políticos muestran su
verdadero rostro, su verdadero interés.
Ante esa situación, ya surgieron voces que
piden que, si de verdad están preocupados por el dolor de los afectados, que se
descuenten días de su salario, que se tome parte del subsidio a partidos
políticos y que esos recursos sean destinados al proceso de reconstrucción de
todas las áreas destruidas.
Pero eso no lo hacen. Sólo se les ocurre
apelar a la solidaridad del pueblo mexicano, abriendo centros de acopio,
cuentas bancarias con el pretexto de que lo recopilado será para damnificados.
Sin embargo, ahora la gente ya no confía en la
vía oficial, quedó de manifiesto que muchos ciudadanos prefirieron llevar
personalmente la ayuda hasta el lugar de la tragedia.
En Coatzacoalcos y Minatitlán, donde vive una
gran comunidad oaxaqueña, precisamente del Istmo de Tehuantepec, muchas
personas se organizaron, algunos ofrecieron sus vehículos para transportar todo
lo que pudieron recolectar.
En estos casos ninguna ayuda sobra, son muchos
los lugares que necesitan atención, pero en ese afán de muchos políticos por
ganar reflectores, están impidiendo el
paso de los vehículos cargados con ayuda. Les piden que la entreguen a la
autoridad que se encargará de distribuirla.
Pero la desconfianza cunde. En Juchitán, en
medio de su desesperación, los afectados por el terremoto señalan a la
presidente municipal de no distribuir la ayuda equitativamente, que hay muchos
lugares perdidos en la ciudad a donde nadie se ha hecho presente para ayudar.
Pueblos enteros están en el abandono, donde sus pobladores deben rascarse con
sus propias uñas.
Ahora queda claro que no estamos lo
suficientemente preparados para enfrentar contingencias como las que ahora se
inauguran, terremotos y huracanes al mismo tiempo.
Es necesario destacar que dos días después del
terremoto que tuvo su epicentro en Pijijiapan, Chiapas, tembló nuevamente con
origen en Salina Cruz, Oaxaca.
Desde hace más de 30 años se dio la voz de
alerta, huracanes cada vez más fuertes, terremotos cada vez más intensos; es
decir, desastres cada vez más trágicos y aún no lo hemos entendido del todo.