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Un sorprendente hallazgo maya en un cenote: El altar del inframundo

La cosmología maya sigue dando de qué hablar en pleno siglo XXI.
Para los mayas, los cenotes son el vientre la tierra, la entrada al inframundo y el pasaje directo de las deidades de las cavernas hacia el plano donde habitan los hombres. Gracias a los recientes descubrimientos, ahora podremos saber más sobre los altares ocultos en la oscuridad de la tierra y que por fin han salido a la luz de nuestros tiempos.

Normalmente, todo hallazgo de ruina maya se ubica en medio de la selva, o se tiene pleno conocimiento de su existencia en el subsuelo de las ciudades que han ido creciendo sobre ellos. Pero siempre hay excepciones, como el altar que se encontró en plena urbe de Playa del Carmen, Quintana Roo.

 

A unos metros de la Fiscalía de Playa del Carmen, se encuentra un espacio selvático, muy verde y tupido de hierba que se encuentra dentro de la urbe. El "jardín" por sus características, no es frecuentado por la gente, pero sí por el grupo ciudadanos que se encontraban estudiando el área.

EL hallazgo se debe al proyecto en conjunto que realizan el Planetario Sayab, "Cenotes urbanos de Playa del Carmen" y El Círculo Espeleológico del Mayab, A.C. conformado principalmente por voluntarios, que rastrean sitios arqueológicos.

 

 

Estos grupos fueron los que avisaron a las autoridades del INAH, quienes acordonaron el lugar para evitar saqueos y comenzaron a realizar un mapeo del lugar, tanto de la flora y fauna, como de la caverna donde fueron hallados los restos.

Al lugar se le bautizó como “La cueva del Templo” por ser encontrado en su interior lo que parece un altar, por cierto, pareciera que escondido, pues a diferencia de otros descubrimientos, este se encontraba muy adentro, no en las orillas.

 

 

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Incluso en lugares donde parece que se ha estudiado todo, los arqueólogos continúan siendo sorprendidos, en este caso se trata de la cueva del dios jaguar, Balamkú, ubicada a 2,7 kilómetros al este del Templo de Kukulkán.

Esta cueva es un santuario subterráneo preservado casi intacto por más de 1000 años y representa uno de los hallazgos más importantes en 70 años para el conocimiento de la cultura maya. Esta cueva había sido descubierta en 1966 y luego se volvió a reportar en 2018, sin ser estudiada en las dos ocasiones.

 

 

Los ejidatarios de la zona cuentan que iban cazando un armadillo o algún animal parecido, y fue este quien les mostró la existencia de la cueva del dios jaguar, fue entonces que reportaron el hallazgo al arqueólogo Víctor Segovia, quien cerró la caverna por indicaciones de los mismos ejidatarios.

Al no pedir permiso de una manera respetuosa a la caverna, se temía que algo malo pasara, no obstante, en esta ocasión se solicitó el apoyo de los lugareños, pues de manera fortuita los investigadores que hacían exploraciones subterráneas tratando de encontrar una entrada que les permitiera acceder al mítico cenote que está debajo de la pirámide de Kukulkán, dieron con la caverna.

 

 

En esta ocasión se realizó una ceremonia ritual con un sacerdote maya, para solicitar permiso de entrar y los investigadores no sufrieran ningún daño. El primer obstáculo librado fue una coralillo y luego los estrechos pasajes que llevaron a más 200 artefactos encontrados en perfecto estado.

Los investigadores señalaron que la condición de los elementos relacionados con el agua, que encontraron dentro de Balamkù, son, seguramente, rituales místicos muy particulares que tienen que ver con la petición de agua para sus cosechas o están relacionados con el inframundo: el espacio sagrado donde nace la vida, el agua primigenia, según la cosmogonía maya.


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