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Problemas sociales, económicos y políticos no permiten escuchar nuestro interior: iglesia


 La Arquidiócesis de Xalapa, a través de su comunicado dominical afirmó que estamos tan rodeados de charlatanería de todo tipo que ya no escuchamos en nuestro interior, pues con mucha frecuencia vivimos inclinados y vueltos a las realidades cotidianas de todos nuestros  problemas sociales, económicos y políticos.

La claridad de la mente y del corazón con la que entendemos e iluminamos la experiencia de la muerte de un ser querido es la misma que hemos alcanzado sobre el sentido general de la vida. El evangelista san Juan presenta a Cristo viviendo, en carne propia, la experiencia dolorosa de la muerte su amigo Lázaro (Jn 11,1-44). Esta vivencia que tuvo Cristo nos enseña a asumir, con fe y valentía, la crudeza del drama de la muerte, a no sacarle la vuelta a esta realidad hiriente y dolorosa. La muerte, sea propia o de los seres queridos, es una experiencia esencial e inevitable que sí necesita la iluminación de la fe en Cristo resucitado.

La resurrección que Dios concede al hombre en Jesucristo no consiste únicamente un recuperar la vida terrenal o en prolongar más los días de la vida biológica sino en la participación en la vida gloriosa que inicia cuando se concluye la vida presente. La resurrección implica la glorificación que es vivencia de plena comunión de amor donado y correspondido plenamente.

Con mucha frecuencia vivimos inclinados y vueltos a las realidades cotidianas de todos nuestros  problemas sociales, económicos y políticos, que nuestra mirada interior ya no es capaz de mirar hacia lo alto y de gustar la belleza y la alegría de la fe en Cristo. Estamos tan rodeados de charlatanería de todo tipo, que ya no escuchamos, en nuestro interior, la voz de la conciencia. Estamos tan entregados a búsqueda compulsiva del placer y la comodidad, que ignoramos la felicidad interior por ayudar a los demás a salir de la pobreza y de la injusticia hasta lograr vivir el cielo en la tierra. La fe en Cristo resucitado nos dará la sabiduría espiritual, para vivir los valores más nobles y profundos que nos permitan apreciar, sin ningún reduccionismo y fanatismo, la vida de todos en toda su extensión y riqueza sin fin.

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