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El Adviento anima nuestra esperanza: iglesia


 El próximo domingo 3 de diciembre con la misa vespertina del Domingo inicia la temporada del Adviento  que verá su final la tarde del domingo 24 de diciembre para dar lugar a la misa de Vigilia de la Natividad del Señor, informa Jorge Carlos Patrón Wong, arzobispo de Xalapa.

A continuación el comunicado que emite:

La tarde del sábado 2 de diciembre, con la misa vespertina del Domingo, comenzamos el tiempo especial del Adviento. Mismo que verá su final la tarde del domingo 24 de diciembre para dar lugar a la misa de Vigilia de la Natividad del Señor.

Este es un tiempo muy bello que nos brinda la oportunidad de prepararnos convenientemente, para la llegada del Señor en dos dimensiones: la primera con la toma de conciencia de que el Señor vendrá, como lo ha prometido, en el final de los tiempos. Pero, también, para la conmemoración del nacimiento del Señor en la historia, en el acontecimiento humilde de Belén. 

No se trata de la conmemoración de algo externo a la vida de cada uno, sino de una experiencia. Una experiencia de conversión, descubriendo las oportunidades de crecimiento y maduración cristiana a las que Dios nos llama, en el contexto de espera alegre de su llegada.

Esta conversión realista fortalece nuestra confianza en Dios que nos ama y nos llena de ocasiones, para hacer realidad el sueño emocionante que Él tiene para la vida de cada uno. El Adviento nos permite crecer en la virtud teologal de la esperanza. En este mundo que por todos lados quiere arrebatarnos la esperanza, el Señor nos anima a esperar confiados y gozosos su llegada que todo lo transforma, empezando por cada uno de nosotros.  

Las lecturas bíblicas, que nos acompañarán en la Eucaristía de cada domingo de diciembre nos indicarán la ruta que somos invitados a transitar.

Primero nos pide tomar una actitud de vigilancia y atención. Estar en vela, alerta, despiertos y atentos es la primera llamada del Adviento. Una vez en vela, en la actitud de vigilia y espera amorosa, somos llamados a enderezar los caminos. Seremos llevados al desierto que nos habla de tantos desiertos donde somos tentados y podemos olvidar a Dios, pero también a la aridez que hay en nuestros corazones. El desierto es transformado con la presencia de Dios y su amor.

Él quiere, incluso más que nosotros mismos, transformar nuestros cielos y tierras en cielos nuevos y tierras nuevas. Una vez hecho este tramo del camino, colocaremos la mirada en la gruta de Belén, en la humildad de Dios que se hace hombre en el más simple de los pueblecillos de la época.

Si seguimos esta ruta del Adviento, saltaremos de gozo, porque el Señor será nuestra alegría. La alegría que nos propone el Adviento hace evidente el motivo singular de la alegría cristiana: ”el Señor está cerca” (Fil,4,5). Cuanto más cerca de nosotros vivimos a Jesús, más estamos alegres; cuanto más lejos estamos de Dios, más crece la tristeza y la desesperación. Coloquemos al centro de nuestra vida a Jesucristo, dejando todo aquello que nos aparta de Él y testimoniemos la libertad y alegría de quién se sabe amado por Dios y sabe amar a los demás como verdaderos hermanos.

María, nuestra Señora, nuestra madre del Camino, es la mujer del Adviento, la mujer de la espera, del silencio. Es la Madre de la esperanza y la alegría. Ella nos impulsa para que la llegada del Señor cambie nuestras vidas.

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