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Nico García, octavo en 200 espalda, apunta al futuro


 Diploma olímpico, un excelente premio para Nico García en su primera cita con los Juegos, a sus 19 años. El puesto en la final de 200 espalda, en la que fue último, no era lo más importante, puesto que sus opciones de podio eran inalcanzables. Lo importante era estar en ese lugar. Su caso no es como el de Hugo González, que disputó la de 100 espalda pero no accedió a la de 200 estilos, en la que debía poner en valor su título europeo en Budapest. Para Nico, esto acaba de empezar, y a lo grande, por mucho que su imagen en la final, fuera de carrera, sea la última que deja en los Juegos. Habrá más y mejores.

El nadador madrileño, que pertenece al Gredos San Diego, tiene numerosos aspectos que mejorar, lo que le augura futuro. Todavía muy longilíneo, puede hacerlo muscularmente y, del mismo modo, perfeccionar su técnica de giro. Ahí se ganan valiosas centésimas. Hasta ahora, ha sido excepcionalmente dirgido por el entrenador Pedro Simón.

El tiempo en la final no tiene valor referencialmente, porque verse lejos de las referencias, al lado de Ryan Murphy, le hizo entregarse en el último 50. El ruso Evgeny Rylov, el ganador, acabó en 1:53.27. Nico llegó por encima de 1:59, muy lejos de los 1:56.31 que hizo en semifinales para optar a la final y rebajar nada menos que en siete centésimas su marca personal. Ese fue su climax en los Juegos. Los próximos, en París, le esperan.

La aparición en la final de Nico es una buena noticia para la natación española, aunque no compensa las expectativas no cumplidas con Hugo González, sobre el que, quizá, se había depositado una presión excesiva. Fue de menos a más en Tokio, pero ante el paso definitivo, quebró. Dejó, además, un gusto amargo, al reiterar sus quejas por las ayudas que reciben los nadadores en nuestro país.

El mallorquín, de 22 años, no ha podido tomar el relevo en el liderazgo que deja en estos Juegos Mireia Belmonte. A sus 30 años, un cuarto puesto, en 400 estilos, tampoco compensa el declive mostrado por la de Badalona en el fondo, 800 y 1.500. En su última cita olímpica, deja un vació enorme.

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